domingo, 3 de febrero de 2008

último peldaño II

Cuando las nubes bajan las escaleras el mundo se pone cabeza abajo. Tú no te has dado cuenta porque te suele pillar durmiendo, y la única vez que recuerdo que tenías los ojos abiertos no supiste darle una explicación antes de que todo volviese a la normalidad. Yo, que ya sabes que tengo problemas de sueño, me he dado cuenta una docena de veces.

La última vez, vi a las nubes en el último escalón antes de tocar el suelo e intenté agarrarme a la silla para no acabar al revés. Pero nada, no hay manera, si las nubes están juguetonas no hay nada que hacer. Lo que más incómodo me resulta, más que nada por falta de costumbre, es a la hora de servirme el café, no me entero de si hay que poner la cafetera del derecho o del revés para que caiga en la taza y siempre termino poniéndolo todo perdido y sin tomarme el café.

La primera vez tuve miedo durante cinco minutos. Pensé que nos volveríamos todos locos si se nos subía la sangre a la cabeza, pero luego reflexioné medio minuto y no vi diferencia con el grado de locura cuando todo está como tiene que estar. Qué las armas disparen por la culata es trágico para el tirador, pero ¿no es más trágico que disparen por el cañón?. Qué los dientes limpien el cepillo, o que el hambriento esté satisfecho y el opulento en un ansia extrema, ¿es mejor o peor?. Quién dijo que las nubes tenían que estar en el cielo no debió preguntarles, porque está claro que ellas no están conformes.

Me he terminado cortando el pelo en previsión de que esto vaya en aumento, para no andar limpiando el suelo como una fregona.

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