La diferencia era sustancial.
Tan solo llevaba 37 horas en la ciudad. Nuevo trabajo, nuevo idioma, nuevas costumbres, que por no ser precisamente 'la costumbre' le impresionaban y asustaban.
Las horas de luz aún eran escasas, lo que no ayudaba a crearse una visión amable de una ciudad en la que todo el mundo mira hacia el suelo y anda a paso rápido. Cuando hablan, su idioma suena en sus oidos duro y seco. Sin embargo, su primera decisión había transformado su visión del entorno.
Miraba la caja y sonreía. Con ella bajo el brazo las luces de la ciudad parecían encenderse a su paso.
Ya lo había comprado, estaba a una parada de llegar a casa y en cuanto abriese la caja de cartón haría de su nueva casa un hogar.
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